Cuando se plantea un enfoque nacionalista de la política que administra los recursos naturales, se dice que es nefasto, que los grandes inversionistas se verían ahuyentados, que por decirlo menos estaríamos condenando a ser parias internacionales.
Porsupuesto que allí hablan los grandes políticos, pero bien puestos la camiseta de un color totalmente opuesto, al de miles o millones que lo eligieron, y los eligieron para que precisamente representen el clamor nacional, defiendan los intereses. Esa camiseta defendida por una prensa parametrada, como una maquinaria demoledora que primero adormece con contenidos de paupérrima calidad, y luego ataca a quién ose salirse de la línea trazada por grandes intereses.
Un ejemplo de que no necesariamente se ahuyenta al inversionista, es el caso boliviano, con todos sus bemoles, la nacionalización de sus recursos naturales no significó huída de capitales, se quedaron, porque aún con el nuevo sistema, tienen un margen para sus ganancias. El problema surge cuando esas transnacionales imponen sus propias reglas de juego, y vienen cargados de un afán solo depredador.
Qué diferencia de otros gobiernos, el nuestro se muere de miedo, si por algo que hiciese, lograra que Chile se moleste. Pero muy valiente para vociferar que tiene el poder de hacer que pierda las elecciones un candidato indeseado por él.
Defender el libre mercado a ultransa, ya suena a utopía, los extremos del capitalismo o comunismo suelen tener denominador común, ninguno aparece como solución.
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