sábado, 30 de octubre de 2010

Bloguers en tiempos de Intolerancia

En un sistema donde la política es practicada por los profesionales de la política, donde a veces la decencia es un convidado de piedra, y mas grande es la angurria de ganar grandes sueldos, ingentes cantidades que por mérito propio acaso solo soñarían.
Para sostener este sistema que tiene los cimientos endebles, necesariamente pasa por convertir a una inmensa masa humana en simples espectadores de la danza megalómana que infecta nuestra realidad. Para ello el pensar, el deliberar, el tomar grandes decisiones está destinado a una élite progresista. Siempre hasta ahora perteneciente a los intereses de quienes sacan grandes provechos del actual status quo. Como diría Chomsky:

Y la verdad es que hay una lógica detrás de todo eso. Hay incluso un principio moral del todo convincente: la gente es simplemente demasiado estúpida para comprender las cosas. Si los individuos trataran de participar en la gestión de los asuntos que les afectan o interesan, lo único que harían sería solo provocar líos, por lo que resultaría impropio e inmoral permitir que lo hicieran. Hay que domesticar al rebaño desconcertado, y no dejarle que brame y pisotee y destruya las cosas, lo cual viene a encerrar la misma lógica que dice que sería incorrecto dejar que un niño de tres años cruzara solo la calle. No damos a los niños de tres años este tipo de libertad porque partimos de la base de que no saben cómo utilizarla. Por lo mismo, no se da ninguna facilidad para que los individuos del rebaño desconcertado participen en la acción; solo causarían problemas

Allí donde surge el peligro del bloguer, generalmente universitario que pudo conocer un poco mas de dialéctica, de poder conocer los aristas escondidos a drede de la realidad, que quieren imponernos un sistema, pero ocultando mucho de sus debilidades. Allí está el peligro, y quieren silenciarlos, hoy en figuras de honras, mañana en otra.
No vaya ser que se enteren que los emergentes asiáticos se han desarrollado aplicando lo que el FMI prohibe.

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