Cuando el presidente de la nación dice que no es el momento de ideologías, sino la hora de trabajar, bien parece estar pretendiendo tratarnos como autómatas programables. Programables para hacer dinero para los de siempre, y nada de mover un milímetro el status quo que antes pretendía derribar.
Con muy pocas neuronas afinadas, creo que mejor sería escuchar a la primera dama, que al parecer tiene lo suyo. Al margen de si eso sería un preludio de una continuidad electoral.
Las ideologías no tienen porqué ser buenas o malas, simplemente son el norte que mueve a cada uno y es un derecho inalienable que diga quién lo diga no puede negarse.
Ni es tan malo el hombre llamado de izquierdas, ni es tan bueno el de derechas. En los dos polos puede coexistir tanto el bien como el mal, en la medida que los actos conlleven o no a fines altruistas.
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