Para creer que la línea que sigue la candidata Fujimori es diferente, no basta juramentos ni espetar la paja en el ojo ajeno del oponente, sino derribar la viga que quiere tapar su real sendero. Y es que al estar con la misma gente de siempre, la de tantas arrugas y trasnoches en el congreso CCD creada a la medida de un dictador, sin duda genera mas dudas que certezas.
Si quiere dejar en la cárcel a su papá, se podría colegir que ella no haría lo que hizo el padre, entonces dejaría de hacer lo que a su entender hizo el mejor presidente de la historia. Entonces de ser elegida, tendríamos que resignarnos a aspirar a lo más a un gobierno de segunda clase, según la concepción keikista de gobernantes.
La Usurpadora que quizás sin intención asumió el papel de primera dama, lugar que por naturaleza le correspondía a su madre, quién acusaba maltratos y tratos inhumanos, podría asumir que eso es un peldaño avanzado, meritorio para hacerse de la primera magistratura de la nación. Una falta total de coherencia, ni el ser congresista por efecto arrastre puede colocarlo automáticamente ad-portas del palacio, esto no es una dinastía. Prueba de ello es que su producción legislativa es por decirlo menos, insignificante.
Ni hablar de su discurso, puros gritos disonantes, dirigiéndose seguramente a estratos humildes, que buscan en la emoción, lo que les ha sido negado por instrucción. Instrucción a la que ella si tuvo acceso, pero con dinero nunca totalmente esclarecidos, y en el extranjero. Vamos a matar delincuentes, vocifera. Guarda! que el parricidio también puede convertirla en delincuente.
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