
Cuando uno lee a Hildebrandt parece encontrar el eco del pensamiento de ese maestro Manuel Gonzales Prada. Por ácidas que parezcan sus líneas nunca se ven lejos de la realidad, como también apocalípticas sin ello inducir al estilo profético revelado.
Y es que periodistas como él ya no quedan, acaso los pocos que aparecen en la televisión solo son algo así como maniquíes parlantes, donde cada punto y coma viene diagramado y censurado por intereses, que no necesariamente están del lado del pueblo.
Por ello nos complacemos semana a semana en buscar el semanario que dirige y encontrar una visión de la realidad sin maquillajes.
Tanto que ya no quedan ganas para ver los programas políticos dominicales, donde los titulares son la historia de un reality show, historias de cocina, algunas desgracias personales, en fin todo lo que uno buscaría si tendría ganas de ver un magazine, no un programa de actualidad.
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