
Una vez mas - como ya se está haciendo costumbre - el programa de Hildebrandt cesó abruptamente, sin ningún comunicado, lo que configura por lo menos una falta de consideración a los televidentes que esperaban su programa.
Si no es por la columna del diario la primera no nos enterábamos del porqué de su salida, y ya nos estábamos quedando con el sinsabor de soportar al padre y al dueño del canal hablando.
El respeto a la independencia aún no es menester de parte de los broadcaster, que se erigen como moderadores, sabelotodo, de la señal que se emite.
Y otra vez la teleaudiencia sentirá ese vacío, ese que llenan con cosas banales, fáciles. Que fulano le dijo esto u otro, que la estrellita sacó los pies del plato, que el crimen de aquí, que la estafa de allá, el accidente por otro lado. Cosas que si bien es cierto puede resultar importante para los allegados, no necesariamente lo tenemos que saber todos.
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