jueves, 20 de agosto de 2009

El peligro de decir la verdad (subjetiva)

El espíritu de esta susodicha ley mordaza - ya enterrada antes que muerta - es que si bien puede uno tener opiniones contrarias al status quo, no debemos expresarlas, pues como tenemos un pueblo pero tan, tan retrasado que se las cree todas y entonces se arma una revolución de dimensiones siderales.

Para quien se precie de tener algo de cultura - y de paso a todos los nuevos alfabetizados por el gobierno - les sería muy fácil de separar la paja del trigo y sobretodo entender que la subjetividad siempre va estar presente en las opiniones. Que de ninguna manera se puede pretender obligar u opinas a favor o no opinas, o sé imparcial. Porque el límite de la parcialidad e imparcialidad es ambiguo por naturaleza, sería como pretender separar los locos de los cuerdos.

Y se vé a la señora cabanillas con una cara que parece de un cinismo temeroso de la patada, sino vieran como es incapaz de sostener la mirada cuando hace su defensa - por cierto sin una pizca de convencimiento - en la televisión.

Señores oficialistas ya es tiempo que evolucionen un poquito, que el fascismo y nacismo son cosas del pasado. Ahora se respeta las opiniones de todos, tienen tanto derecho de expresarlo como ustedes de refutarlos. Que nadie es dueño de la verdad, ni siquiera quién dice tenerlo.

El otro problema es que la honra de muchos está tan lleno de mediatismo que una opinión la puede derrumbar, cuando dicha honra y buen nombre esté tan sólido en la conciencia popular, el calumniador, el difamador se va encontrar con una roca del cual va a salir muy mal parado. Para muestra recuerden lo que le pasó a Lucar cuando quiso involucrar al presidente Valentín Paniagua en hechos oscuros, por el contrario el periodista cavó su destierro por muchos años, y si bien apareció de nuevo no es sino con el aura de un farandulero que ya no tiene peso específico en la política actual.

Respetos guardan respetos.

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