
El crimen de Pizango no es otra sino el de ser culpable de levantar la voz, siendo un ciudadano de tercera clase, por decirlo de alguna manera como lo considera el oficialismo. Por lo tanto hay que castigar para soslayar cualquier otro intento de levantamiento, es un ejemplo de que la colonización aún no ha terminado.
Qué poco hemos aprendido de la historia, que se repite con una asombrosa meridianidad. Blancos, barbados ávidos de riqueza invaden sin considerar que quizás es lo único que nos queda cómo preludio al invierno artificial que creamos con tanta polución industrial.
Y hay que castigarlos, no en sus tierras, su región. Sino en Lima, que debe sonar para los nativos cómo viajar a España en tiempos de la colonización, en presencia del soberano que se irroga el poder de decidir por ellos. Pero nadie dice nada de la infracción constitucional que antecedió a los luctuosos sucesos, ¿ quién está siendo querellado por vía decretos legislativos, saltarse todos los principios legales, crear el terreno para la concesión que a la luz de la verdad no es otra cosa sino de privatizar ?. Pero para el nativo, que ante la desesperación de encontrar siempre oidos sordos, tomaron la decisión de erradamente tomar carreteras, se le aplica la ley del embudo.
Suena a destierro apocalíptico, estas acciones que en un país que se respete debería merecer una investigación profunda.
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