
Asi que ahora la voz es Keiko, como desmerecer su labor titánica desde un congreso de mediocres, la adalid de la justicia social, siempre preocupada porque los pobladores de los pueblos olvidados tengan por lo menos algo parecido a su previlegiada educación. No por ello dejó de lado la humildad, la calidad de primera dama ayer, hoy próxima a ser la presidenta del Perú.
Como no luchar por la inocencia tantas veces esgrimida, tan pocas veces creída, menos por aquellos jueces que sin oir razones sentenciaron al mejor presidente que tuvo el Perú.
Un ejercicio de hipocrecía, que en el día de los inocentes vale.
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