
La justicia habló, habló claro y contundente. La sentencia al ex-presidente fujimori aparece como un mensaje claro y directo, la arrogancia del poder absoluto tiene un precio muy alto, el precio que ha de pagarse con los días tras las sombras, aunque no asome una pizca de remordimiento en los culpables.
Hablan de odio y venganza las huestes naranjas, destilan bilis atribuyendo conductas a quienes retrata con todas sus propias falencias humanas. Qué puede esperar de terceros?, aquellos que hicieron su modo de vida con odio y venganza.
Aquel que apostó por la autocracia y la cobardía, jugó muy mal sus fichas, patéticas escenas del juicio donde se hacía clásica su NO RECUERDO, o el otro que sonaba a sorna de lo mas sin sentido del me acojo a mi derecho al SILENCIO; será que solo se olvidó lo que no le convenía.
Y lo que parece jalado de los cabellos, parece que resulta que purgaría contento su pena si lo acompaña otro presidente. Porque con su mensaje donde pregunta porqué si él responsable por los asesinatos de Colina, porqué no lo es otro por las matanzas que tambien sucedieron. O quizás nos quiso decir porque tambien no soy culpable por el develamiento en los penales. En fin cosas que debe seguir su curso y tener su merecido castigo.
Si fuera el artífice de la paz y el desarrollo, porqué eso lo haría impermeable a la justicia?. Mas la arrogancia de todo el crédito habla muy mal del concepto que tiene de los peruanos. Mucho de lo logrado se dió porque muchos peruanos se pusieron a trabajar duro, a pesar de quién dice ser el mesías conculcó muchos derechos. Imaginar que solo él, o alguno de sus descendientes puede hacer las cosas bien, habla de un egocentrismo dinástico muy retrógrado.